martes, 3 de julio de 2007

Segundo taller de la Tercera Perilla (o Perrilla, como dice Will)

Los modernos

Se reúnen bajo la sombra
de sus nombres neurológicos,
se comen a sus hijos
-los diseccionan como cadáveres-
no son más
que piezas de artillería,
componentes de una máquina más compleja
cuyas partes
sin duda serán descartadas.
Prefieren el ámbar de las botellas
las voces de los otros que les gritan
al margen
al final no se comprenden
aún compartiendo la misma lengua.


Luz nocturna

I

siete años,
hundida en el sillón
una pijama de flores

la otra noche soñó
que caía de un carro en movimiento

para ella
el vértigo es sólo un insecto más
del cual huir

II

piensa
que los perros hispanohablantes
están un poco desubicados:
warf le suena más verdadero
que guau


Desorden respiratorio

La ansiedad y sus medidas:

el largo de las uñas,

las cajetillas vacías
a la orilla del basurero,

los fósforos no aparecen
cuando una pequeña hoguera
es el único alivio

Uno

Bobby Brown goes down

Ayer me encularon dos maes
y ahora estoy loco vacío
y enfermo. Pero lo disfruté.
La verdad es que lo haría
de nuevo. ¿Una enculada
me hace homo?
Me siento como un esquimal:
shootin’ up.
I’m shootin’ up.
La jeringa luce ridícula.
Como cuelga así,
del brazo. Soy una jeringa.
Escucho Zappa.
Frank. The Worst Of.
Y si bien hoy estoy destrozado
yo aún no tengo nada que perder.
That is my life.
That is all, folks.

domingo, 1 de julio de 2007

Los de bichos, gracias por su ayuda

Comida de las 2:30 a.m

Los bandos de mosquitos escogen sus aliados. Ellos habrían querido tener genitales y escuchar voces mojadas subiéndoles por el cuello. Que se les carcajearan por dentro, repetidamente, hasta agotar las luces, hasta vaciar sus larvas; verlas flotar quietas por las habitaciones. Porque las larvas de mosquitos son un espectáculo impresionante en la madrugada. Ahora solo saben introducirse con furia sobre la piel mojada, dejando su rastro de sangre. No es culpa de los mosquitos que las últimas humedades no le pertenecieran a su fascinante atmósfera de larvas.

Comida de las 5 p.m.

Cuento las moscas de la mesa como si me pertenecieran, mi pequeño circo sobre lo que continúa vivo en el plato. Pienso en sus alas y se multiplican; el cuarto pasa a ser un cubo transparente de ala de mosca. En el bus vi una pareja transparente. Se lamían con cuidado para infectarse sólo lo necesario. Se bajaron dos paradas antes de la mía. Dejaron los asientos vibrando y una ausencia en el oído. Ahora hay diecisiete moscas chocando precipitadamente. Se empiezan a quebrar las paredes de ala por el silencio. El asiento de al lado no vibra, el plato de la mesa se ha terminado de morir y no hay nadie que vuele, solamente lo necesario.